Según la definición que se recoge
en la RAE, un estereotipo consiste en una imagen
estructurada y aceptada por la mayoría de las personas como
representativa de un determinado colectivo. Esta imagen se forma a partir de
una concepción estática sobre las características generalizadas de los miembros
de esa comunidad. En sus orígenes, el término
hacía referencia a la impresión obtenida a partir de un
molde construido con plomo. Con el correr de los años, su aplicación se volvió metafórica y comenzó a utilizarse para nombrar a un
conjunto de creencias fijas que un grupo tiene sobre otro. Se trata
de una representación o un pensamiento
inalterable a lo largo del tiempo, que es aceptado y compartido a nivel social
por la mayoría de los integrantes de un grupo.
Los estereotipos pueden ser de
tipo sociales (de acuerdo a la clase social de la que
procedan. Ej: chetos), culturales (de acuerdo a las
costumbres que tengan. Ej: fascistas) o raciales (de acuerdo
al grupo étnico del que formen parte. Ej: judíos). De todas formas, los
estereotipos suelen formarse uniendo estas tres características, por lo que es
muy difícil separarlos completamente unos de otros. Cabe señalar también que
existen estereotipos vinculados a la religión, como aquel que define a los
judíos como avaros.
En el ambiente artístico o
literario los estereotipos aparecen como escenas obvias o personajes que
abundan en clichés. Las películas norteamericanas, por citar un
caso, suelen presentar diversos estereotipos, tales como los relacionados con
personas del extranjero, por ejemplo: los villanos antes eran soviéticos, hoy
son árabes y los marginales suelen ser latinos.
El uso más frecuente del término
está asociado a una simplificación que se desarrolla
sobre comunidades o conjuntos de personas que comparten algunas
características. Dicha representación mental es poco detallada y suele
enfocarse en supuestos defectos del grupo en cuestión. Se construyen a partir
de prejuicios respecto a la persona que proviene de una cierta zona
del mundo o que forma parte de un determinado colectivo. Dichos prejuicios no
son expuestos a la experimentación y por lo tanto, la mayoría de las veces ni
siquiera son fieles al bagaje identitario del grupo al que se encuentran
ligados.
Por ejemplo: afirmar que los
argentinos son soberbios o que los españoles son ignorantes es reproducir un
estereotipo que sólo sirve para discriminar y agredir a las personas de dichas
nacionalidades. Cuando dichos pensamientos están muy extendidos, la única forma
de revertirlos es a través de la educación.
A lo largo de la historia de los países se crean estereotipos que sirven
para entender las diferentes etapas y transmitir una versión lineal de la
historia. En Argentina alguno de los estereotipos históricos son:
*El Nativo Americano: un
estereotipo creado desde la visión de los conquistadores, donde los pueblos
originarios eran analfabetos (pese a que en algunos casos
tenían una escritura propia), salvajes (sus
costumbres, tan alejadas de las que traían los conquistadores, les resultaban
imposibles de comprender) e incivilizados (al carecer de ciudades se los
consideraba rudimentarios y poco preparados para la vida en sociedad, cuando en
realidad los hechos demuestran que este estereotipo estaba muy lejos de la
realidad).
*El Gaucho: también desde la visión de los europeos, el estereotipo de los gauchos estaba formado por atributos similares que el de los nativos. De hecho, gracias a la difusión de dichos estereotipos es que este colectivo fue utilizado para luchar a favor de ideas que ciertamente no los representaba.
*Inmigrantes: A partir de la llegada de enormes contingentes de personas que venían en busca de una tierra más próspera donde vivir (segunda mitad del siglo XIX), se creó un nuevo estereotipo en el país, el de los extranjeros, los cuales fueron diferenciados de acuerdo a su lugar de procedencia. Los inmigrantes venidos de España sin importar el lugar exacto de donde partieron, recibieron el nombre de “gallegos” y se los calificaba como poco inteligentes y testarudos. A los italianos se los denominaba “tanos” y se los consideraba como ruidosos y poco trabajadores. A los provenientes de países anglosajones se los llamaba «gringos» y a los rubios, ya fueran suizos, rusos, alemanes, belgas o polacos, «rusos».
*El Gaucho: también desde la visión de los europeos, el estereotipo de los gauchos estaba formado por atributos similares que el de los nativos. De hecho, gracias a la difusión de dichos estereotipos es que este colectivo fue utilizado para luchar a favor de ideas que ciertamente no los representaba.
*Inmigrantes: A partir de la llegada de enormes contingentes de personas que venían en busca de una tierra más próspera donde vivir (segunda mitad del siglo XIX), se creó un nuevo estereotipo en el país, el de los extranjeros, los cuales fueron diferenciados de acuerdo a su lugar de procedencia. Los inmigrantes venidos de España sin importar el lugar exacto de donde partieron, recibieron el nombre de “gallegos” y se los calificaba como poco inteligentes y testarudos. A los italianos se los denominaba “tanos” y se los consideraba como ruidosos y poco trabajadores. A los provenientes de países anglosajones se los llamaba «gringos» y a los rubios, ya fueran suizos, rusos, alemanes, belgas o polacos, «rusos».
Publicidad y estereotipos
Un elemento que afecta
considerablemente la manera en la que un grupo mira a otro, es decir que
permite la creación de estereotipos, es la publicidad, lo que se
intenta inculcar en el pensamiento colectivo a través de los medios. Un ejemplo
de esto es la publicidad machista que intenta convencernos por
ejemplo de que los autos son para los hombres (es
decir que a todos los hombres le gustan los vehículos y a las mujeres les
tienen sin cuidado) y las cremas para el cuerpo son para
las mujeres (es decir que a todas las mujeres les interesa muchísimo
su aspecto físico y a los hombres no les preocupa el suyo).
En la publicidad machista se
presenta la imagen de la mujer como la de alguien heterosexual, casada con un hombre, que
realiza las tareas de la casa y cuida de los hijos que ambos tienen en común.
Sus profesiones suelen ser de enfermera, profesora o secretaria (siempre con un
jefe, en su mayoría hombre). Y si no es así, la presentan como un ser frívolo,
superficial, tierno, objeto del deseo de los hombres (jamás se menciona la homosexualidad), culpable de los divorcios y
con una gran inestabilidad emocional.
Por su parte, el hombre es un ser
fuerte, equilibrado, un padre inequívoco, que se ve rebalsado por los problemas
de la casa (de los que su mujer es culpable) y se refugia en la
«cerveza del sábado» con sus amigos o en su trabajo, para evitar las situaciones que
le causan estrés.
Dos estereotipos de una misma
sociedad donde el papel que estos cumplen es dividirla: los
hombres por un lado, las mujeres por el otro, los ancianos, los niños, las
personas de la ciudad, las del campo, etc. Y así nos encontramos con una
sociedad absolutamente fragmentada por esta manía humana de etiquetarlo y
separarlo todo.
Pese a que con el correr de los
años se intenta dar una imagen más abierta, basta
que nos sentemos frente al televisor por alrededor de una hora para
encontrarnos con que las cosas no han cambiado tanto y que en realidad,
seguimos tan embadurnados de los estereotipos impuestos
por el sexismo como hace siglos.

No hay comentarios.:
Publicar un comentario